En
Valencia, su ciudad, ha muerto Jorge Llacer Gil de Ramales (*). Fue un
hombre lúcido empeñado en fracasar, quizás porque sabía que
cualquier triunfo es efímero y aparta y aleja de valores más altos:
lealtad, solidaridad, amistad, derechos y libertades, Justicia,
Libertad.
Se
alejó de todo orden establecido, incluso casi de todo orden. Exigía
algo que él sabía inalcanzable, exigía verdad, justicia y
reparación a una sociedad adormilada, corrompida, inane. Exigía
más, exigía lo imposible, sabiendo que lo era, y lo exigía sin
pedir nada a cambio de su agotador esfuerzo, sin pedir nada.
Lo
hacía tan sólo con su actitud, con su simple y llana existencia, su
presencia diaria en un mundo ajeno y enajenado, con tan sólo su pura
y vacua existencia, sólo válida y valerosa para sus amigos, pero
universal, inmensa, necesaria para todos, para todo ciudadano de este
mundo que él se negaba a aceptar como válido. Su presencia, su
existencia, fue su pura esencia, sin importarle que una inmensa
mayoría a su alrededor la considerasen vacua. No lo fue, no podía
serlo. Ningún testimonio llevado hasta el fin es inútil, vacuo,
inválido, y ese fue el suyo.
Era
heredero de la mejor tradición, de la que luchó siempre no por una
vana esperanza, sino para cumplir un deber, un verdadero imperativo
categórico al que él sabía que la sociedad entera había
renunciado.
Luchaba
sin esperanza, pero sin doblegarse jamás, vivía en un universo
personal que no aceptaba cambalaches, no permitía componendas, ni
esperaba prebendas, y ese universo, él sabía que no existía, que
no era el que él visitaba todos los días en su triste país, en su
amortajado mundo, cuando salía a las calles de su ciudad y espetaba
a ladrones y paniaguados verdades como puños. No dudaba en gritar
¡Sinvergüenza! al ver pasar a su lado a un concejal corrupto, a un
arribista sin escrúpulos, a un criminal con aspecto honorable.
Protegía a quienes no tenían nada quitándoselo de su pequeño
patrimonio, quitándoselo de su estrecho bienestar casero, sin
admitir por ello ninguna crítica o advertencia.
La desgracia le persiguió muy duramente en su vida íntima, la muerte le iba cercando día a día, acabando con demasiados de los suyos, de los verdaderamente amados, cercanos, próximos, de su pequeño entorno afectivo, descomunalmente afectivo.
La desgracia le persiguió muy duramente en su vida íntima, la muerte le iba cercando día a día, acabando con demasiados de los suyos, de los verdaderamente amados, cercanos, próximos, de su pequeño entorno afectivo, descomunalmente afectivo.
En
muy pocos años el círculo se fue estrechando, le fue estrangulando
con inusitada violencia, cada vez le iba siendo más difícil vivir. Fue
un hombre justo, sobre el recayeron los males de una sociedad entera
que pretendía huir de lo duro, lo triste, lo amargo y se quería
envolver en lo blando, lo ligero, lo vulgar. El expió esos males de
todos en su propia carne sin quererlo, sin saberlo, pero aceptándolo
íntegro y digno.
Se
nos ha ido porque estaba firmemente convencido de que este es un país
donde no se puede vivir decentemente, donde es demasiado difícil
vivir dignamente pero para sus amigos, sus cercanos amigos, su
memoria vivirá mientras vivamos. Fue ante todo leal, merezcamos
serlo a su memoria.
Juan
Barceló
Vocal
de la Junta Directiva de AGE
(*) Jorge
Llacer Gil de Ramales, hijo de Jorge Llacer, comisario político en
el Ejército Popular, y de Victorina Gil de Ramales, resistente en el
cerco de Madrid durante la contienda, fue militante del Partido
Comunista de España, de Esquerra Unida, y miembro fundador de la
Junta Directiva de la Asociación Archivo, Guerra y Exilio, AGE.
http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2015/03/27/ultimo-adios-hombre-justo-leal/1243865.html
http://mugalari.info/2015/03/28/fallece-jorge-llacer-gil-de-ramales-hijo-de-historicos-luchadores/
http://euaaldaia.es/spip.php?article3212
http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2015/03/27/ultimo-adios-hombre-justo-leal/1243865.html
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