sábado, 19 de octubre de 2013

Entrevista con Angel Belza "niño de la guerra" en Rusia

“La Voz de Rusia” en colaboración con AGE os ofrece esta magnífica entrevista a Angel Belza, cuyo libro “Memorias de un niño en Rusia 1937-1957” ha pasado a ser un referente de aquella tragedia. Se puede escuchar la entrevista con Angel Belza en su propia voz en este enlace: 

http://spanish.ruvr.ru/2013_10_11/Me-marchaba-de-Rusia-sin-pena-pero-con-un-profundo-sentimiento-de-agradecimiento-5818/


Ángel Belza, de 87 años, es uno de los más de tres mil niños españoles que en 1937-1938 fueron evacuados de España en plena guerra civil a la Unión Soviética. Memorias de un niño en Rusia, 1937-1957, es el título del libro que escribió Belza sobre su experiencia de vida en nuestro país, parecida a la de muchos otros “niños de la guerra civil española”.

La presentación oficial de este libro de memorias protagonizada por el autor de la obra se celebró hace unos días en la localidad natal de Ángel Belza, Lasarte-Oria (Donostia).

La Voz de Rusia se comunicó por teléfono con Ángel Belza para recibir información de primera mano sobre su libro de memorias de más de seiscientas páginas, la historia de su creación, y la importancia que supuso para el autor el poder presentar la obra en la localidad donde vio luz en 1926:

-Mire, justamente ahora estaba leyendo aquí los periódicos y los comentarios que hay en ellos... Para mí fue algo extraordinario que pudiera allí presentar mi libro y que luego estuve haciendo algunas alocuciones allí a los niños de quince-diecisiete años, y contarles lo que supuso nuestro exilio en la Unión Soviética.

Creo que estos dos días que estuve allí quedarán en mi memoria como algo extraordinario, como algo muy válido en lo que me queda de vida.

–Si me permite, yo compararía su libro de memorias con una especie de manual de historia para los españoles del día de hoy que gracias a su libro pueden conocer los testimonios de una parte importante en la historia de España.

Y aquí viene otra pregunta: ¿Cuándo y cómo nació la idea de escribir este libro?

-Yo viví muchos años en Suiza, cuarenta y cuatro años, y tengo allí a mi hija, tengo mi nieta. Mi nieta estaba terminando el bachiller y tenía el castellano como lengua extranjera, y tenía que hacer una tesis de fin de curso, cuando se dirigió a mi y me dijo: “Sabes, he elegido como tesis del fin de curso "Mi abuelo en Rusia" ¿Me puedes ecribir diez o doce páginas?”

“Sí, sí, lo que quieras”, le respondí. Eso era en el año 2004. No tenía ordenador y a mano le ecribí ciento sesenta páginas y me gustó tanto que dije: bueno, voy a seguir.

Compré un ordenador y casi diez años estoy en eso. Claro, he hecho muchas pausas, a veces de varios meses, pero cuando me picaba un poco la nostalgia y estaba inspirado, seguía escribiendo.

–¿Qué nos dirá de la gente que le ayudó hacer realidad este libro porque en tiempos actuales no es fácil y bastante costoso preparar un libro para la edición impresa?

-Aquí intervino una sobrina de parte de mi difunta mujer que es profesora y trabaja en Santiago (de Compostela) –Elena Gómez Gálkina. Fue ella la que con tenacidad me empujo a seguir. Y tiene un compañero que estudió en la Universidad de Santiago con ella que es periodista y tiene una pequeña editorial. Le gustó la obra y dijo, pues, adelante. En el resto yo no intervine hasta el día siete cuando me pidieron que fuera a San Sebastián para presentar el libro y hacerme conocer allí a las autoridades del pueblo Lasarte-Oria, y luego dar dos charlas en dos institutos diferentes. Y creo que fue muy bien acogido por los niños que me hicieron una serie de preguntas, o sea, se interesaron bastante.

–Creo que para muchos de ellos lo que les estaba contando ha sido una novedad...

-Indudablemente, porque no conocen muchas cosas. Bueno, a mi manera de ver, hay tergiversaciones e inexactitudes. Yo solamente lo que quise es plasmar en papel aquellas memorias muy buenas y muy trágicas, y malas de nuestro exilio en la Unión Soviética. O sea, hubo de todo, en los primeros cuatro años antes de empezar la guerra (contra la Alemania fascista de 1941-1945).

Así les dije yo que yo consideraba que en condiciones normales en España, sin guerra civil, como hijos de obreros la mayor parte, nunca hubiéramos tenido las mismas posibilidades de desarrollo como lo tuvimos en la Unión Soviética.

–Ángel, entiendo que todo su libro habla de ese período de veinte años que usted pasó viviendo en la URSS. Pero, si hablamos en términos resumidos, ¿cómo podría definir esa buena parte de su vida: como un drama, o al revés, digamos, como “beso de la fortuna, de la suerte”?

-Ha habido de todo. Pero muy malo también, cuando empezó la guerra, indudablemente. Luego, particularmente para mí, a partir del mes de febrero del año 1946. Tuve que recorrer con la mochila al hombro, sin dinero, sin documentación, gran parte de la Unión Sovética: Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, bueno...

–...el Volga, Ufá, inclusive aparece mención de un gulag.

-Sí un “gulag”. Estuve un año por robar para comer, en el año 1946, les voy a contar lo que ocurrió allí. No se ha escrito mucho de esa hambruna que hubo en Ucrania en el año 46, y estaba yo allí trabajando en un “sovjoz” (granja agrícola estatal) del MVD (Ministerio del Interior). Hubo una sequía en Ucrania que uno no se puede imaginar. Le puedo asegurar que en cierta ocasión tuve que pasar dentro del portal saltando, había tres muertos allí, de hambre. Fue un hambre que es muy importante que la gente sepa. Porque yo creo que la consecuencia de lo que ocurrió más tarde, al comienzo de la guerra fría, que necesitaba un pueblo cohesionado, que no se le podían dar de comer, todo lo que quería, las comodidades y, claro, esto lo compensaban con una especie de terror.

–Usted regresó a España en el año 1957, o sea, ¿regresó aprovechando la primera ocasión que se le prestó y lo hizo sin vacilar? Porque muchos españoles de los “niños de la guera civil” prefirieron quedarse en la URSS.

-Yo tenía muchas ganas, muchas ganas. Y al final de mi libro ya lo digo que me marchaba de Rusia sin pena pero con un profundo sentimiento de agradecimiento. Estas son las últimas palabras que están en mi libro.

–Le digo sinceramente que con mucho gusto voy a leer su libro por completo porque ahora, de acceso lilbre, aparece la primera parte la que he leido y le digo que me quedé impresionado. Porque su lenguaje es tan fácil de comprender, que uno queda acaparado y sigue reviviendo como si fuera testigo y participante de aquellos acontecimientos. Basta con mencionar con qué cariño describe usted la suerte de sus tres amigos –Fernando Santa María, Paco Larrañaga y Pedro- que, exiliados a la URSS, murieron en diferentes circunstancias.

-Puede creerme que no he plagiado nada. Todo ha salido de mi cerebro y plasmado en el papel. O sea, no estaba buscando ni rebuscando informaciones, no, no –lo único es que a veces he recurrido al diccionario porque muchas expresiones, muchas frases me salían en frances a veces y otras veces en ruso. Y tenía que buscar la manera de traducirlas al español, pues no en vano estudié allí en Rusia, y tantos años, y claro que hay cosas gramaticales y expresiones que tenía que traducir del ruso al castellano. Por lo demás le puedo asegurar que yo no busqué ni rebusqué frases ni nada, solo lo que salía de la cabeza.

–También no puede dejar de impresionar cómo describe el drama que ocurrió, por ejemplo, con su hermano menor José Manuel quien murió teniendo apenas cinco años de edad durante al guerra. Y usted, por si fuera poco, se enteró de eso al cabo de doce años.

-El 12 de marzo de 1949. Entonces trabajaba en Donbass en una mina de carbón cuando recibí esa primera carta de mi madre que fue enviada clandestinamente desde Francia. Mi madre vivía en San Sebastián, en la frontera con Francia, y tenía una prima que trabajaba en Francia y por la tarde volvía a Irún. Y ella, guardándola bien, pudo echarla en el buzón en Francia y así pudo llegar la primera carta.

–Me imagino que para usted esto fue una noticia escalofriante que le motivó afirmar en su libro que “la guerra es la peor, la más cruel invención del hombre”, añadiendo que “malditas sean las guerras, malditas sean los que las provocan”. Ojalá este mensaje llegue a los oídos de los todopoderosos de este mundo de hoy.

-Sí, ojalá, ojalá. Si en algo puede esa frase influenciar a esa gente, esa sería la dicha de mi vida.

Hasta aquí la primera parte de la entrevista con Ángel Belza, autor del libro sobre los niños de la guerra civil española exiliados en la Unión Soviética que acaba de editarse en España.

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