El próximo jueves 27 de
agosto proyectaremos el documental “Cántabros en Mauthausen” en
el centro penitenciario de El Dueso (Santoña) seguido de un coloquio
posterior con el director del documental, Vicente Vega.
Los protagonistas del
mismo, Lázaro Nates y Ramiro Santisteban, dos laredanos que
sobrevivieron a cinco años de horror en Mauthausen siendo muy
jóvenes, nos cuentan cómo llegaron allí hace 75 años, en 1940, en
uno de los primeros trenes de la muerte que cruzaron Europa con
destino a un campo de exterminio.
En el libro de Montserrat
Armengou y Ricard Belis, "El convoy de los 927", nos narran
la historia de aquel tren que salió de Angouleme (Francia) el 20 de
agosto de 1940, cargado con 927 españoles (la mitad mujeres y niños)
que habían salido de España en 1939 huyendo del fascismo. Después
de estar un año y medio en campos de concentración franceses, les
subieron a aquel tren sin saber a dónde les llevaban, les hicieron
creer que les enviaban a la Francia no ocupada. Sólo les dijeron que
dejaran la maleta en el andén y pusieran su nombre en ella, que ya
se la enviarían. Cruel engaño. Cientos de maletas quedaron
abandonadas en la estación de Angouleme, mientras sus propietarios
eran tratados como ganado, hacinados en vagones para caballos, sin
agua ni comida, durante cuatro días de viaje, hasta llegar a
Mauthausen. Algunos niños murieron de deshidratación durante el
viaje.
La historia de estos españoles, "los indeseables", como les llamaban las autoridades francesas colaboracionistas con el régimen nazi, me ha hecho pensar, inevitablemente, en los miles de refugiados que hoy en día huyen de sus países en guerra y arriesgan su vida para entrar en Europa, hacinados en embarcaciones precarias o caminando cientos de kilómetros. En Grecia ya han entrado en lo que va de año 156.000 personas y continúa el río de gente.
Si leemos los periódicos franceses de febrero de 1939 vemos una situación muy similar, cuando entraron en pocos meses 500.000 refugiados españoles, a los que internaron en campos de forma "provisional", pero muchos de ellos seguían así un año y medio más tarde, siempre vigilados, sin libertad de desplazamiento, lejos de sus familiares, ya que separaron a hombres y mujeres en diferentes campos... Muchos tardaron más de dos años en conseguir reunirse con su familia dentro de Francia.
Mari Sol González
Delegada de AGE en Cantabria
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