José María Bañuelos partió del puerto de Santurtzi en junio de 1937 con solo 8 años a la antigua URSS. Su madre se quedó en Vizcaya, creyendo que serían unas semanas o unos meses, pero se convirtieron en años.
Terminó unos años más tarde condenado a 18 años de trabajos forzados en un gulag, por haber robado un trozo de pan y un buzo de trabajo nuevo.
Estuvo en Siberia soportando temperaturas de hasta 72º bajo cero. En otro gulag tuvo que trabajar en minas de sal. El último campo de concentración fue en Karagandá, Kazajistán. En 2015 fue el único superviviente de este campo de
concentración que pudo viajar al memorial en el homenaje que se rindió en aquel lugar,
de hecho lo hizo sin acompañantes. "Me hizo ilusión el reconocimiento",
subraya quien una vez allí tuvo a su lado a miembros de Archivo Guerra y
Exilio (AGE) de Madrid como la secretaria de la organización Dolores
Cabra.
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