jueves, 26 de marzo de 2015

Obituario de Jorge Llacer Gil de Ramales, miembro fundador de AGE


 En Valencia, su ciudad, ha muerto Jorge Llacer Gil de Ramales (*). Fue un hombre lúcido empeñado en fracasar, quizás porque sabía que cualquier triunfo es efímero y aparta y aleja de valores más altos: lealtad, solidaridad, amistad, derechos y libertades, Justicia, Libertad.

Se alejó de todo orden establecido, incluso casi de todo orden. Exigía algo que él sabía inalcanzable, exigía verdad, justicia y reparación a una sociedad adormilada, corrompida, inane. Exigía más, exigía lo imposible, sabiendo que lo era, y lo exigía sin pedir nada a cambio de su agotador esfuerzo, sin pedir nada.

Lo hacía tan sólo con su actitud, con su simple y llana existencia, su presencia diaria en un mundo ajeno y enajenado, con tan sólo su pura y vacua existencia, sólo válida y valerosa para sus amigos, pero universal, inmensa, necesaria para todos, para todo ciudadano de este mundo que él se negaba a aceptar como válido. Su presencia, su existencia, fue su pura esencia, sin importarle que una inmensa mayoría a su alrededor la considerasen vacua. No lo fue, no podía serlo. Ningún testimonio llevado hasta el fin es inútil, vacuo, inválido, y ese fue el suyo.

Era heredero de la mejor tradición, de la que luchó siempre no por una vana esperanza, sino para cumplir un deber, un verdadero imperativo categórico al que él sabía que la sociedad entera había renunciado.

Luchaba sin esperanza, pero sin doblegarse jamás, vivía en un universo personal que no aceptaba cambalaches, no permitía componendas, ni esperaba prebendas, y ese universo, él sabía que no existía, que no era el que él visitaba todos los días en su triste país, en su amortajado mundo, cuando salía a las calles de su ciudad y espetaba a ladrones y paniaguados verdades como puños. No dudaba en gritar ¡Sinvergüenza! al ver pasar a su lado a un concejal corrupto, a un arribista sin escrúpulos, a un criminal con aspecto honorable. Protegía a quienes no tenían nada quitándoselo de su pequeño patrimonio, quitándoselo de su estrecho bienestar casero, sin admitir por ello ninguna crítica o advertencia.
 
La desgracia le persiguió muy duramente en su vida íntima, la muerte le iba cercando día a día, acabando con demasiados de los suyos, de los verdaderamente amados, cercanos, próximos, de su pequeño entorno afectivo, descomunalmente afectivo.

En muy pocos años el círculo se fue estrechando, le fue estrangulando con inusitada violencia, cada vez le iba siendo más difícil vivir. Fue un hombre justo, sobre el recayeron los males de una sociedad entera que pretendía huir de lo duro, lo triste, lo amargo y se quería envolver en lo blando, lo ligero, lo vulgar. El expió esos males de todos en su propia carne sin quererlo, sin saberlo, pero aceptándolo íntegro y digno.

Se nos ha ido porque estaba firmemente convencido de que este es un país donde no se puede vivir decentemente, donde es demasiado difícil vivir dignamente pero para sus amigos, sus cercanos amigos, su memoria vivirá mientras vivamos. Fue ante todo leal, merezcamos serlo a su memoria.


Juan Barceló
Vocal de la Junta Directiva de AGE


(*) Jorge Llacer Gil de Ramales, hijo de Jorge Llacer, comisario político en el Ejército Popular, y de Victorina Gil de Ramales, resistente en el cerco de Madrid durante la contienda, fue militante del Partido Comunista de España, de Esquerra Unida, y miembro fundador de la Junta Directiva de la Asociación Archivo, Guerra y Exilio, AGE.


http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2015/03/27/ultimo-adios-hombre-justo-leal/1243865.html

http://mugalari.info/2015/03/28/fallece-jorge-llacer-gil-de-ramales-hijo-de-historicos-luchadores/ 


http://euaaldaia.es/spip.php?article3212




1 comentario:

  1. Conocí a Jorge en la estación de Valencia. Llevaba su sempiterna cazadora marrón de cuero marrón, marcada por los surcos de mil batallas y quemada por los soles de mil intemperies de vela agitada, por todas las causas nobles en las que creyó y por las luchó, hasta el final de su vida.

    Hacía años que no había a nadie, fuera de los platós y fiestas conmemorativas, llevar orgullosa y bien visiblemente la insignia roja del PCE; hablamos, claro, de los comunistas que no necesitan de un carnet para acreditar su alma luchadora. Porque fue una lucha constante y perpetua lo que alentó la vida de Jorge. Una lucha por los pobres, por los trabajadores, por la dignidad, por la libertad... por todas esas causas por las que las oligarquías de los mercados y del capitalismo, elevan a personas como Jorge a la categoría de "radicales" y "antisistema".

    Jorge era un buen comunista. Y cuando digo "era", digo que vivía como tal, entregando y entregándose a la batalla contra los eternos enemigos de la Libertad.

    No era una persona de trato fácil, ...hasta que llegabas a conocerle. Pero eso no duraba mucho, porque cuando menos te lo esperabas, llamaba diciéndote: "Escucha, olvida la impertinencia que te dije, no tuve un buen día y quiero que me cuentes lo que ibas a decirme..." y así lo descubrías que tras su pronto impetuoso, se escondía un espíritu abierto a rectificar, a la crítica y a replantearse, en su caso, las cosas con nuevas perspectivas. No tardó en caerme bien, no tanto por su afabilidad -cualidad que no prodigaba- si no por su honradez persona, moral y política; por su enorme sentido de la responsabilidad, y de manera especial, por su valentía. No hubiera hecho Jorge carrera en la diplomacia. Llamaba al pan, pan, y al vino, vino; y por esa sinceridad y por su lealtad a los ideales encarnados por el socialismo y por el rescate de la Memoria Histórica, republicana y antifascista, Jorge Llácer ha sido para nosotros un referente importante de coherencia ideológica y de compromiso político.

    Amigo Jorge, seguirás entre nosotros por una simple razón: porque solo muere lo que se olvida.

    Siempre seguirás entre nosotros.

    ¡Salud camarada!

    Floren Dimas

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