Artículo del diputado de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Tardá:
Mañana, martes, el pleno del Congreso de Diputados debía decidir si 
aprobaba el proyecto de ley de ERC que debía sustituir, en caso de 
aprobarse, la ley de la memoria histórica de Rodríguez Zapatero de 2007 
para dar paso a una ley que hiciera justicia, de verdad, a las víctimas 
del franquismo. Una argucia del Gobierno, al considerar que el debate 
podía suponer un incremento presupuestario, nos ha obligado a aplazarlo 
un par de meses. No importa! Igualmente no podrán evitarlo. Tanto el PP 
como el PSOE, mal que les pese, deberán encarar la demanda y cometerán 
un gran error si siguen creyendo que pueden fortalecerse los valores 
democráticos en las nuevas generaciones sin hacer prevalecer la verdad y
 la justicia. Al contrario, contribuirán a relativizar en beneficio de 
la banalización de las ideas racistas, fascistas, totalitarias ... y su 
expansión. 
 Vale la pena 
recordar de dónde venimos y dónde estamos. En 2004 votamos la 
investidura de ZP porque se comprometió también a legislar para 
reparar a las víctimas. Pero en 2007, hecha la llamada ley de la memoria
 histórica, a diferencia de IU e ICV, que la avalaron, los republicanos 
tuvimos que votar en contra. Y lo pagamos con el escarnio de aquellos 
que querían hacer creer a la ciudadanía que éramos tan extremistas en 
nuestras reclamaciones que habíamos terminado coincidiendo con el PP en 
el no a la ley. ¡No importa! Éramos conscientes del riesgo de decir no en
 la medida que un sí unánime contribuía a hacer creer que todas las 
fuerzas políticas antifranquistas habían actuado del mismo modo que en 
las sociedades democráticas que también habían tenido la desgracia de 
sufrir pasados dictatoriales. 
 El tiempo nos ha dado la razón y la legislación española no ha sido 
capaz de homologar a la del resto de estados en cuanto a la asunción de 
la doctrina de las Naciones Unidas con respecto a los crímenes contra la
 humanidad y al reconocimiento del derecho inalienable a la verdad y del
 deber de recordar, por lo que esta anomalía es conocida 
internacionalmente como el "modelo español de impunidad". Una impunidad 
construida a partir de la cerrazón por parte de los partidos políticos 
que protagonizaron la Transición para blindar la preconstitucional Ley de 
Amnistía de 1977, a través de la cual los verdugos perdonaron a las 
víctimas. Una ley de punto final que contradice la propia Constitución 
española aprobada en 1978, que incorpora el sometimiento de la 
legislación a los principios de los derechos humanos. 
 El meollo de la cuestión radica en el hecho de que España siempre se ha negado a 
calificar la represión franquista como crimen contra la humanidad y a 
reconocer jurídicamente a todas las víctimas. En consecuencia, las 
personas represaliadas y sus descendientes han permanecido indefensos 
ante los tribunales, lo que explica que se haya tenido que recurrir a la
 administración de justicia argentina. 
Del mismo modo, a diferencia de 
otros estados como el alemán, que en tiempos de Helmut Kohl anuló las 
sentencias de los tribunales nazis, las emitidas por los tribunales 
franquistas no pueden ser anuladas porque los tribunales son 
considerados legales para ley y, en consecuencia, también sus 
sentencias.
 Por otra 
parte, la ley garantiza que no se resarcirán los patrimonios expoliados,
 por lo que no se devuelven los bienes expoliados a personas físicas y 
jurídicas, ni se reparan los perjuicios a las personas cautivas (trabajo 
esclavo de decenas de miles de presos) que permitieron grandes 
beneficios económicos en el Estado y empresas que hoy en día cotizan en Bolsa. Compare, una vez más, esta realidad con la que han tenido que 
pagar empresas alemanas de renombre. 
 La anomalía española es dolorosa porque en todo el mundo sí se ha avanzado
 en la reparación de las víctimas. Incluso en Sudáfrica o en alguna 
república americana en la que no fue posible la condena penal de los 
responsables de los crímenes contra la humanidad, se crearon comisiones 
de la verdad y la reconciliación para hacer prevalecer la verdad de los 
hechos.
 El caso español 
es, sin embargo, un erial en cuanto a los derechos de las víctimas: 
desde la no asunción de responsabilidades en la muerte de miles de 
republicanos en los campos nazis hasta la consideración de bandoleros 
aplicada a los maquis, pasando por el no reconocimiento de las víctimas 
fallecidas a manos de funcionarios y grupos fascistas durante la 
Transición, la inhibición con respecto a la localización y exhumación de
 las fosas comunes, la no apertura de archivos o el mantenimiento de 
honores, títulos y símbolos otorgados por la dictadura. Además de un 
largo etcétera de oprobios y, evidentemente, la negativa rotunda de Juan
 Carlos I a pedir perdón a las víctimas en nombre del Estado años atrás,
 y ahora por parte de su sucesor. 
 Nos honra que nuestra sociedad haya mantenido constantemente la 
denuncia del modelo español de impunidad. No ha sido inútil. Al 
contrario, es el que nos permitirá garantizar que un proceso 
constituyente catalán conlleve la exigencia de incorporar en el texto 
constitucional del nuevo estado los deberes respecto a la reparación de 
las víctimas catalanas y de todas las naciones del actual estado español
 (y la consiguiente actuación ante los tribunales internacionales), así
 como un compromiso firme de contribuir a hacer prevalecer, desde la 
República de Cataluña, los principios de la justicia universal. 
 Por ello, hasta el último día de estancia en el Parlamento español, 
insistiremos. Se lo debemos a quienes nos legaron anhelos de libertad y 
lo debemos a todas las personas que en el mundo sufren, hoy, la 
vulneración de los derechos humanos. 
 

 
 Entradas
Entradas
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario