Los archivos históricos guardan documentos que en muchas ocasiones son auténticas joyas para entender el pasado y el presente de determinados fenómenos sociales.
Uno de esos documentos es el que se muestra a continuación.
Se trata de una orden del 22 mayo de 1945, enviada por la Dirección General de la Guardia Civil en 1947 a todos los cuarteles para eliminar del lenguaje popular las palabras de: “huidos, maquis o guerrilleros anti franquistas”. En su lugar se ordenó sustituirlas por “atracadores, bandoleros, malhechores, forajidos o delincuentes”.
El fin que se buscaba no era otro que el de suprimir de la resistencia antifranquista cualquier componente político e ideológico para presentarlos ante la sociedad como "bandidos".
Es una vieja táctica del poder que se repite hasta nuestros días. El desprestigio y la manipulación de todo tipo de movimientos que hagan peligrar los regímenes se convierten rápidamente en un objetivo a batir. La primera medida es siempre la deformación y la satanización. Sirva de ejemplo lo ocurrido con la guerrilla antifranquista.
La represión, la guerra, y sobre todo la posguerra, generaron un movimiento que perduró hasta principios de los años sesenta. El fenómeno tuvo mucha mayor envergadura de la que se cree y surgió desde el mismo momento del golpe militar de 1936.
A medida que los sublevados iban ocupando zonas, muchos de los perseguidos buscaron refugio en lugares aislados, desde donde formaron grupos de resistencia que actuaban en guerrillas. Acabada la contienda, las circunstancias intensificaron la aparición de cientos de pequeños focos en toda la geografía, manifestándose de formas muy diversas.
Por una parte, el temor a la represión, y por otra, la necesidad de organizarse frente a la dictadura, dispersó alrededor de 8.000 personas que necesitaban a su vez el apoyo de numerosos enlaces y contactos, que en una precaria situación se fue viendo abocada a circunstancias dramáticas.
Se registraron miles de pequeños enfrentamientos armados, albergando la esperanza de que podían extender la rebelión contra el fascismo en España, una vez que los aliados de Franco, Hitler y Mussolini, fuesen derrotados en la Segunda Guerra Mundial.
Lo más sonado fue la invasión del Valle de Arán en octubre de 1944 desde Francia por unos 1500 guerrilleros, pero si éstos podían replegarse hacia la frontera, peor lo tenían los que se movían en el interior de la península, donde existían una gran cantidad de grupos fugitivos que se resistían a entregarse. Otros, después de pasar por las cárceles, o ser llamados por el Régimen al servicio militar, se dieron a la fuga, engrosando las listas de rebeldes o de partidas guerrilleras.
Su difícil supervivencia se materializó en sabotajes, asaltos, robos y secuestros, contra los que la Guardia Civil actuó sin descanso a sangre y fuego hasta su liquidación y exterminio, un objetivo para el que numerosos destacamentos fueron concentrados en los cortijos.
Las órdenes emitidas para aplastar estos movimientos se vio reforzada en 1947 por la denominada “Ley contra el bandidaje y el terrorismo”, hecha a medida contra “los últimos soldados de la República”. Esta supuso un cambio de estrategia, endureciendo las medidas contra los familiares, contactos, enlaces y apoyos, sobre los que cayó una fuerte represión.
(Artículo de Manolo Velasco, Presidente de AGE Memoria Histórica de Andalucía AGEMHA).
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