Ha
fallecido a los 100 años, Andrea Martinez
Méndez, madre de Amparo Sánchez-Monroy Martínez, delegada de AGE
en Francia, a quien enviamos desde aquí un fraternal abrazo y
nuestras sinceras condolencias.
Andrea Martinez a los 21 años |
Andrea
era una mujer bella, inteligente, con un carácter fuerte que la
ayudó a sobrellevar todas las calamidades que tuvo que vivir en la
guerra y en el posterior exilio. Perteneció a las Juventudes
Socialistas y fue delegada del Socorro Rojo Internacional. Se casó a
los 18 años con Andrés Sánchez-Monroy, comunista, oficial
republicano del Quinto Regimiento, con quien tuvo cuatro hijos,
Amparo, nacida en 1938, Andrés, Antonio y Juan. Era una mujer comprometida
con los valores republicanos que se vio obligada, a principios
de febrero de 1939, cuando ya todo estaba perdido, a buscar refugio
en Francia con su familia.
Llegaron
a Portbou, ella con su hija Amparo de diez meses en brazos, su
marido, dos abuelos y otros parientes. Les llevaron al campo de
concentración de Argelés sur Mer, de infausto recuerdo. Allí les
esperaba una arena mojada, viento, lluvia y unas temperaturas
gélidas. Ni tiendas de campaña, ni barracones, ni letrinas. Cavaban
con sus manos un hueco en esas arenas frías para resguardarse de las
inclemencias de ese invierno. Allí tuvo que dar su anillo de casada
a cambio de un bote de leche condensada para que su pequeña no
muriese de hambre. Y allí separaron a la familia, se llevaron a los
hombres y perdió el contacto con su marido durante casi dos años.
Después
la trasladan a Guéret con su hija -ambas pasaron un tiempo en la
cárcel- y más
tarde
empezó a trabajar tejiendo calcetines para el ejército francés,
por los que le pagaban apenas unos céntimos, pero todo contaba en la
situación de penuria que vivían. Con los restos que apañaba,
hacía vestiditos a Amparo. Eran los tiempos del régimen de Vichy,
eran tiempos de guerra en
Europa.
Después
se integró en la vida francesa, aprendió el idioma sin dificultad,
pero siempre llevaba a España en el corazón. En su modesta casa
siempre había un plato de comida para los españoles que por allí
pasaban. Nos contaba
Amparo en una ocasión que, aunque tras la II Guerra Mundial Francia
admitió las naturalizaciones, sus padres nunca quisieron hacerse
franceses. Ellos siempre tuvieron la esperanza de volver a España.
La frase cotidiana en su casa era: "El
año que viene volvemos, seguro". Pero
las circunstancias no lo permitían, sabían que las palabras de
Franco animando a volver “a quienes no tuvieran las manos
manchadas de sangre” eran una falsedad: conocían casos de gente
que volvió y fueron fusilados o encarcelados.
Andrea
marchó
de España con 20 años y regresó con 61, después de morir el
dictador. Se quedó a vivir en Barcelona, y
en breve espacio de tiempo tuvo la desgracia de perder a su marido y
a dos de sus hijos Andrés y Antonio, pero era una mujer muy fuerte que supo siempre
salir adelante. Sólo en los últimos años de su vida su mente se
perdió entre nieblas inescrutables.
Antes había escrito
sus memorias, aunque no se publicaron nunca, fueron escritas para
sus hijos y nietos. Su hija María Amparo, delegada de AGE en
Francia, nos las hizo llegar porque en ellas se narran
sus
vivencias
en el tiempo de guerra que le tocó vivir y su entereza y
responsabilidad
junto a esa familia a la que debía salvar y ayudar. Siempre, durante
su larga y triste enfermedad contó con el amor de su hija María
Amparo, quién la tuvo siempre en su corazón.
Hasta siempre, Andrea. Descansa en
paz.
Dolores Cabra, Secretaria General
de AGE, y
Mari Sol González, delegada en
Cantabria