http://deia.com/2011/07/18/politica/euskadi/la-herencia-franquista-amenaza-con-otra-cruzada I. Gorriti - Lunes, 18 de Julio de 2011 - Actualizado a las 05:49h |
El primer fusilado del golpe militar de julio del 36 era de Iruñea. Ocurrió hoy hace 75 años en Melilla. Virgilio Leret Ruiz fue un militar que en cuatro intentos de sublevación luchó por la democracia republicana, lo que le costó dolor y cárcel. Carlota Leret O'Neill es su hija menor
Leret O´Neill, en la calle dedicada a su padre en Parla por ser inventor |
Bilbao. Hoy es un día triste para Carlota Leret O'Neill, quien tuvo que exiliarse a Venezuela desde que los golpistas dictaron matar a su padre. Pese a advertir de que "nos amenazan con una tercera cruzada", defiende el lema de aquel navarro: "Aurrera, beti aurrera!".
¿Qué ocurrió aquel 17 de julio de 1936?
Era el jefe de las Fuerzas Aéreas de la Zona Oriental de África y tenía su sede en Melilla. El 17 de julio de 1936, a las cinco de la tarde, fuerzas indígenas, comandadas por oficiales españoles, asaltaron la base. La posición ideológica, constitucionalista, de Virgilio Leret era conocida y, por lo tanto, para los golpistas esa era una de las posiciones militares que debían dominar. Además, por su ubicación, era un obstáculo para su paso hacia Melilla. Cuando a mi padre y sus compañeros se les acabaron las municiones, se vieron obligados a capitular.
Era un republicano convencido: sufrió expedientes y juicios por negarse a apoyar la sublevación de Ramón Franco en Cuatro Vientos, la 'Sanjurjada', el bienio negro y el golpe militar de Melilla, donde le mataron.
Siguiendo las instrucciones de Mola, todo elemento de izquierdas, que era lo mismo que decir toda persona de ideas progresistas, debía ser eliminado. Al amanecer del día 18, el capitán Leret fue fusilado en la base del Atalayón por un pelotón que los militares golpistas formaron con sus propios subordinados: estaba semidesnudo y tenía un brazo roto. Mi madre, mi hermana y yo, estábamos a trescientos metros, ignorando que nos quedábamos huérfanas. Su cuerpo lo montaron en un camión y lo llevaron hasta un sitio desconocido.
Leret era famoso por inventar un motor a reacción pionero.
Diseñó un motor a reacción, original y revolucionario para su época, al que denominó Mototurbocompresor de Reacción Continua, cuyos planos finales están firmados en el Castillo del Hacho (Ceuta) en enero de 1935, lugar donde estaba confinado a cumplir una pena de dos meses y un día por reclamar el incumplimiento del Decreto que prohibía hablar de política a los militares. Este invento fue patentado en el Registro de la Propiedad Industrial de Madrid, el 28 de marzo de 1935, bajo el número 137729.
Era de Iruñea. Le recuerda con un sentimiento navarro muy arraigado…
Nació en Pamplona y vivió en Pamplona; se educó en Pamplona hasta que cumplió los 15 años, cuando entró en la Escuela Militar de Toledo. De allí, de Pamplona, eran sus recuerdos de niño y de adolescente; esa fue su tierra natal, que impregnó su identidad. En ningún otro lugar de España o Marruecos permaneció tanto tiempo.
Hablaba castellano, árabe y francés. ¿Decía algo en euskera?
"Aurrera, beti aurrera". Estas palabras están escritas al final de unas reflexiones filosóficas-políticas que hizo en una hoja manuscrita y que conservo conmigo. Además, tocaba el violín y escribió libros con el seudónimo del Caballero del Azul.
Le fusilaron con 33 años. Usted suele visitar el cementerio de Melilla, donde no está. ¿Qué siente allí?
Mi madre, la escritora Carlota O'Neill, quien después de dos consejos de guerra estuvo presa casi cinco años en el penal de Victoria Grande de Melilla, mi hermana y yo nos habíamos prometido no volver jamás a Melilla. En 2000 se dieron unas circunstancias que me indicaron que todo aquello que se había dicho sobre la muerte de mi padre era falso. Ese año regresé y he vuelto en busca de verdad. Lloré ante el osario militar, donde supuestamente estarían los restos de mi padre. Pero nunca estuvieron allí. No sabemos qué hicieron con su cuerpo.
Melilla le revuelve…
Para mí, Melilla es el museo del horror, con sus monumentos a los golpistas, los nombres de sus calles que recuerdan a los falangistas, y todo aquello que sigue igual a como estaba cuando murió Franco. Lo único que han hecho, en estos años de supuesta democracia, es destruir o dejar que se pierdan los lugares donde sufrieron torturas, dolor y muerte aquellos hombres y mujeres que fueron perseguidos por sus ideas democráticas.
Tuvieron que exiliarse. ¿Cómo fue aquel viaje a Venezuela?
Fue un capítulo más de nuestra azarosa y desgraciada vida. Lleno de dificultades y, a la vez, de situaciones prodigiosas. No sentí ninguna nostalgia al ver cómo nos adentrábamos en el mar y la tierra española se alejaba, sentí el aire de la libertad, a pesar de que todavía no sabíamos si podríamos entrar en Venezuela, debido al pasado rojo de mi madre.
¿Cómo vivirá el 18 de julio (hoy)?
Con tristeza. Un día triste. Viendo cómo en España aún subsisten y crecen todas aquellas ideologías nazi-falangistas, exterminadas en Europa en 1945; las mismas que fueron la base de la dictadura de Franco hasta 1975. En España todas esas ideologías, muy hábilmente, se escondieron detrás del juego de la democracia, pero hoy, vuelven a revivir y nos amenazan con una tercera cruzada.
¿Qué ocurrió aquel 17 de julio de 1936?
Era el jefe de las Fuerzas Aéreas de la Zona Oriental de África y tenía su sede en Melilla. El 17 de julio de 1936, a las cinco de la tarde, fuerzas indígenas, comandadas por oficiales españoles, asaltaron la base. La posición ideológica, constitucionalista, de Virgilio Leret era conocida y, por lo tanto, para los golpistas esa era una de las posiciones militares que debían dominar. Además, por su ubicación, era un obstáculo para su paso hacia Melilla. Cuando a mi padre y sus compañeros se les acabaron las municiones, se vieron obligados a capitular.
Era un republicano convencido: sufrió expedientes y juicios por negarse a apoyar la sublevación de Ramón Franco en Cuatro Vientos, la 'Sanjurjada', el bienio negro y el golpe militar de Melilla, donde le mataron.
Siguiendo las instrucciones de Mola, todo elemento de izquierdas, que era lo mismo que decir toda persona de ideas progresistas, debía ser eliminado. Al amanecer del día 18, el capitán Leret fue fusilado en la base del Atalayón por un pelotón que los militares golpistas formaron con sus propios subordinados: estaba semidesnudo y tenía un brazo roto. Mi madre, mi hermana y yo, estábamos a trescientos metros, ignorando que nos quedábamos huérfanas. Su cuerpo lo montaron en un camión y lo llevaron hasta un sitio desconocido.
Leret era famoso por inventar un motor a reacción pionero.
Diseñó un motor a reacción, original y revolucionario para su época, al que denominó Mototurbocompresor de Reacción Continua, cuyos planos finales están firmados en el Castillo del Hacho (Ceuta) en enero de 1935, lugar donde estaba confinado a cumplir una pena de dos meses y un día por reclamar el incumplimiento del Decreto que prohibía hablar de política a los militares. Este invento fue patentado en el Registro de la Propiedad Industrial de Madrid, el 28 de marzo de 1935, bajo el número 137729.
Era de Iruñea. Le recuerda con un sentimiento navarro muy arraigado…
Nació en Pamplona y vivió en Pamplona; se educó en Pamplona hasta que cumplió los 15 años, cuando entró en la Escuela Militar de Toledo. De allí, de Pamplona, eran sus recuerdos de niño y de adolescente; esa fue su tierra natal, que impregnó su identidad. En ningún otro lugar de España o Marruecos permaneció tanto tiempo.
Hablaba castellano, árabe y francés. ¿Decía algo en euskera?
"Aurrera, beti aurrera". Estas palabras están escritas al final de unas reflexiones filosóficas-políticas que hizo en una hoja manuscrita y que conservo conmigo. Además, tocaba el violín y escribió libros con el seudónimo del Caballero del Azul.
Le fusilaron con 33 años. Usted suele visitar el cementerio de Melilla, donde no está. ¿Qué siente allí?
Mi madre, la escritora Carlota O'Neill, quien después de dos consejos de guerra estuvo presa casi cinco años en el penal de Victoria Grande de Melilla, mi hermana y yo nos habíamos prometido no volver jamás a Melilla. En 2000 se dieron unas circunstancias que me indicaron que todo aquello que se había dicho sobre la muerte de mi padre era falso. Ese año regresé y he vuelto en busca de verdad. Lloré ante el osario militar, donde supuestamente estarían los restos de mi padre. Pero nunca estuvieron allí. No sabemos qué hicieron con su cuerpo.
Melilla le revuelve…
Para mí, Melilla es el museo del horror, con sus monumentos a los golpistas, los nombres de sus calles que recuerdan a los falangistas, y todo aquello que sigue igual a como estaba cuando murió Franco. Lo único que han hecho, en estos años de supuesta democracia, es destruir o dejar que se pierdan los lugares donde sufrieron torturas, dolor y muerte aquellos hombres y mujeres que fueron perseguidos por sus ideas democráticas.
Tuvieron que exiliarse. ¿Cómo fue aquel viaje a Venezuela?
Fue un capítulo más de nuestra azarosa y desgraciada vida. Lleno de dificultades y, a la vez, de situaciones prodigiosas. No sentí ninguna nostalgia al ver cómo nos adentrábamos en el mar y la tierra española se alejaba, sentí el aire de la libertad, a pesar de que todavía no sabíamos si podríamos entrar en Venezuela, debido al pasado rojo de mi madre.
¿Cómo vivirá el 18 de julio (hoy)?
Con tristeza. Un día triste. Viendo cómo en España aún subsisten y crecen todas aquellas ideologías nazi-falangistas, exterminadas en Europa en 1945; las mismas que fueron la base de la dictadura de Franco hasta 1975. En España todas esas ideologías, muy hábilmente, se escondieron detrás del juego de la democracia, pero hoy, vuelven a revivir y nos amenazan con una tercera cruzada.
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